Y las estaciones dan vueltas y vueltas y los ponis pintados suben y bajan. Somos cautivos del carrusel del tiempo. No podemos volver, sólo mirar hacia atrás de donde venimos. Y giramos, giramos, giramos al son del juego del círculo.
Después el niño dio diez vueltas a las estaciones,
patinó sobre diez claros arroyos congelados.
Palabras como "cuando madures" le deberían apaciguar,
y promesas de que algún día se realizarían sus sueños.
Y las estaciones dan vueltas y vueltas
y los ponis pintados suben y bajan.
Somos cautivos del carrusel del tiempo.
No podemos volver, sólo mirar
hacia atrás de donde venimos.
Y giramos, giramos, giramos
al son del juego del círculo.
Dieciséis primaveras y dieciséis veranos han pasado ya,
carros de caballos se convierten en coches a través de la ciudad.
Y le dicen que no tenga prisa, que no faltará mucho tiempo
hasta que arrastre sus pies para frenar los círculos.
Y las estaciones dan vueltas y vueltas
y los ponis pintados suben y bajan.
Somos cautivos del carrusel del tiempo.
No podemos volver, sólo mirar
hacia atrás de donde venimos.
Y giramos, giramos, giramos
al son del juego del círculo.
Así los años giran y el niño tiene veinte años.
Aunque sus sueños hayan perdido la grandeza de realizarse
habrá nuevos sueños, tal vez mejores y abundantes sueños,
"Y las estaciones dan vueltas y vueltas y los ponis pintados suben y bajan. Somos cautivos del carrusel del tiempo. No podemos volver, sólo mirar hacia atrás de donde venimos. Y giramos, giramos, giramos al son del juego del círculo".